"Soy igual y entero".
A.C. Swinburne, Hertha
"No hay más que una ley para todos ... la ley de nuestro Creador, la ley de la humanidad, la justicia ... la equidad ..."
Edmund Burke, Juicio político a Warren Hastings
En mi opinión, es triste que muchos escritores políticos admirables parezcan pasar por alto la utilidad de esta distinción, convirtiendo así las palabras en una ocasión para el conflicto mediático en lugar de la claridad de expresión en nuestra esperanza por el bienestar del individuo humano y el orden cívico.
Los más conservadores tienden a considerar la "igualdad" como el único término adecuado para describir no sólo lo que es un hecho crucial de la naturaleza humana, sino también las implicaciones morales y políticas que se derivan de esa realidad.
Las voces más "progresistas" parecen ver y abrazar esta distinción entre hecho y acto, utilizando la "equidad" como implicación cívica del dato.
Las implicaciones morales y económicas que estos "progresistas" extraen entonces de esta distinción rara vez son las mías, pero su vocabulario parece el más lúcido para describir las cuestiones políticas en juego. Envidio su esquina en esta arma del pensamiento ético.
Durante mucho tiempo en el siglo pasado, intenté por todos los medios captar un significado claro y distinto para nuestro evangelio revolucionario de 1776 recuperado de la Edad Media: el concepto de que "todos los hombres son creados iguales". En 1999, felizmente tras colaborar con mi entonces alumno (desde entonces profesor) Patrick Brennan, esa esperanza se convirtió en nuestro libro, "By Nature Equal: the Anatomy of a Western Insight" (Princeton, 1999).
Es necesario, decíamos, reconocer y describir de forma convincente la igualdad de hecho de todo ser humano sin talento, sin experiencia y sin educación con personas como Lincoln, Einstein y la Madre Teresa.
Ningún mensaje de este tipo era evidente en esa reciente ráfaga de literatura política (aún no desaparecida) que, para mí, era un peligroso embrollo intelectual pero que pretendía hablar en nombre de nuestra igualdad humana. Me refiero a esa porción de la academia que ve la igualdad como un atributo de las tres razas cuando se toman por separado como un todo. Consideradas así como grupos, cada población, se nos dice, tenía la misma proporción de torpes y de brillantes.
Lo que estos gurús dicen claramente es que los genios clásicos y superiores nos encontramos en proporciones similares entre negros, blancos y asiáticos (por tanto, la misma proporción de dodos). Y esto era la igualdad de la humanidad.
Tengo la feliz impresión de que la visión de la igualdad como declaración de la propia superioridad está en declive. A estas alturas, muchos de estos sabios pueden estar entrando en esa misma etapa de deficiencia humana que han atribuido a sus inferiores intelectuales. Debería ser una posibilidad reconfortante para estos savants ahora desvanecidos que algunos de nosotros los consideremos todavía "iguales".
Al final, por supuesto, cada ser humano debe serlo para merecer un trato equitativo según sus necesidades, desiertos y perspectivas individuales distintivas. Aquí nos encontramos con la estructura ideal de la ley humana vista como la respuesta al derecho universal a la equidad en el trato.
Cada uno de nosotros tiene circunstancias y merecimientos peculiares, y la ley debe ordenarse racionalmente para sostener, recompensar o castigar en consecuencia. La igualdad lo exige; la igualdad lo cumple.
Brennan y yo llegamos a la conclusión de que no existe igualdad de hecho entre los humanos salvo en ese único concepto considerado por los Fundadores como "creados iguales"; esto es inteligible como la afirmación de que los humanos, por muy inteligentes que seamos en nuestra libertad y poder para buscar o ignorar el bien, encarnamos el mismo "derecho" y "poder" (iguales) para perfeccionarnos de alguna manera última que está fuera de nuestro alcance en su totalidad pero que nos corresponde abrazar con fe.
Esta concepción tan estadounidense de la realidad podría mantenerse mejor separada del concepto de equidad y derechos sociales y jurídicos, aunque sea necesaria. Pero, ¿es esto relevante para la escolarización y el currículo? A mí me parece que es la primera pregunta fundamental para la mente humana, independientemente de cómo se responda.
Y es una injusticia privar al niño humano igual de su reto.