
Stephen Dwight Sugarman murió el día después de Navidad, interrumpiendo casi 60 años de nuestra amistad y colaboración en este planeta. Su carácter, personalidad y vida familiar únicos los reservaré para otra ocasión. Aquí recordaré brevemente su impacto en la elección de escuela, en la facultad de Derecho y en mí mismo.
Nos conocimos en su último año en Northwestern, curso 1963-64. Imagino que yo contribuí a atraerlo a la facultad de Derecho del centro de Chicago. Northwestern había desarrollado un programa único en Derecho y Servicios Sociales. En cualquier caso, vino, y tanto él como el programa prosperaron.
Yo también, ya que tanto Steve como su compañero Bill Clune, durante mucho tiempo profesor de Wisconsin, pasaron gran parte de su segundo y tercer año montando el cuadro de los sistemas de financiación de las escuelas públicas que finalmente nos llevó a persuadir al Tribunal Supremo de California para que declarara inconstitucional su sistema estatal (Serrano contra Priest, 1971, 1977).
Por aquel entonces, Steve y yo formábamos parte de la facultad de Derecho de la Universidad de Berkeley, donde permanecimos (yo en régimen de semirretiro) hasta su reciente vocación.
Poco a poco, a finales de los sesenta, nos dimos cuenta de que la escuela "pública" es cualquier cosa menos lo que ese nombre implica. El Instituto de Estudios Gubernamentales publicó nuestro modelo de sistemas estatales de elección subvencionada por los padres en forma de libro: "Family Choice in Education: A Model for State Voucher Systems".
En una docena de ensayos conjuntos posteriores, Steve y yo seguimos intentando explicar los catastróficos efectos civiles y sociales del reclutamiento por parte del Estado de la familia no monoparental. En 1978, plasmamos todo nuestro mensaje en el volumen "Education by Choice: The Case for Family Control".
Ese año, animados por el congresista demócrata Leo Ryan, preparamos una enmienda a la Constitución de California que pretendía el voto popular. Se centraba en liberar a las familias de rentas más bajas.
Ese año, Leo fue asesinado en Guayana.
Steve y yo -a pesar de nuestra ingenuidad política- decidimos intentarlo solos. Habíamos esperado la ayuda de Milton Friedman; en lugar de ello, el gran mercader inspiró una forma competidora, no regulada, que garantizaba que ninguna de las dos propuestas pudiera tener éxito.
Steve y yo lo intentamos varias veces a principios de los ochenta y más tarde y conseguimos reunir una coalición suficiente de derecha y centro. Más tarde, Steve se alegró de ver la relevancia positiva de estos primeros fracasos para la mayoría de los movimientos de "elección" de los últimos años.
Finalmente, por el momento: Incluso en sus últimos años difíciles y de sufrimiento, Steve nunca se apartó de su papel profesional en la academia. Fue un profesor muy querido y una figura destacada en la reforma del derecho de daños, con su propio libro de casos ampliamente elogiado y muchos artículos que luchaban por que nuestras leyes trataran al consumidor ordinario con justicia y dignidad.
Steve terminó el semestre de otoño, impartiendo su última clase, unos días antes de morir. En un final muy poco azucarado, falleció antes de poder calificar los exámenes de sus alumnos. Mi conjetura: en los niveles superiores se había decidido que se merecía un descanso.